"Leyenda de los Payachatas"
Lago Chungará:
Esta es una leyenda Inca que cuenta la historia de dos tribus enemistadas. Las constantes peleas y discusiones por las tierras hacían su convivencia casi insostenible. Un día, el destino quizo que el Principe y la Princesa de los respectivos poblados se encontraran. Desde ese instante comienza a crecer un amor puro y sincero superior a los conflictos de sus pueblos.
Cuando las familias se enteraron de este romance no podían comprender lo que sucedía. El odio irreflexible imposibilitaba ver que esta relación podía traer la paz y la unión. Ambas tribus se afanaron en aconsejar e impedir la cercanía de los príncipes, a través de la magia, sin embargo, no tuvieron éxito. Era tanto el amor de la pareja que hasta la naturaleza sentía pena por ellos.
Las nubes y la luna comenzaron a llorar. Los lobos aullaban y las tormentas cayeron sobre las tierras, advertencia de los dioses para ambas tribus. Mientras la naturaleza volcaba su fuerza para que los poblados cambiaran de actitud, ellos realizaban toda clase de artilugios para romper con el amor de los jóvenes. Tan inútiles resultaron los esfuerzos, que los sacerdotes decidieron sacrificarlos para que nunca llegaran a estar juntos. En una noche oscura y sin luna los príncipes fueron asesinados.
La fuerza de la naturaleza se hizo presente, llovió y llovió por días y noches. Las lluvias, cada vez más intensas, fueron acompañadas de truenos y relámpagos que asolaron la región. Las dos tribus desaparecieron, producto de las inundaciones y en lugar de ellas aparecieron dos hermosos lagos por donde se ha visto pasar en pequeñas canoas a los dos príncipes finalmente juntos. Los lagos creados por las intensas lluvias son el Chungará y el Cota-Cotani. La naturaleza no contenta con este homenaje, puso en el lugar de las tumbas de los jóvenes dos volcanes: El Parinacota y el Pomerame.
La Añañuca:
En un tiempo lejano, muchos antes de la Independencia, el pueblo Monte Patria, ubicado en la provincia de Limarí, se conocía con el nombre de Monte Rey, bautizado de esta manera por los españoles. En este lugar vivía Añañuca una hermosísima joven que era cortejada por casi todos los jóvenes del pueblo. Ninguno había sido capaz de conquistar el esquivo y reservado corazón de Añañuca,
El tiempo pasaba tranquilo para Añañuca, hasta que un día asomó en el poblado un extraño minero, buenmozo y gallardo quien iba en busca de un tesoro perdido.
El minero al ver a Añañuca quedó impresionado con su belleza y decidió quedarse en Monte Rey. Ambos se habían enamorado.
Pero una noche el joven tuvo un extraño sueño. Un duende de la montaña le dio a conocer en ese sueño el lugar exacto donde se encontraba la veta de la mina que tan obsesionado lo tenía. Sin pensarlo dos veces decidió partir en su búsqueda.
Añañuca esperó y esperó a su buenmozo y gallardo minero. Sin embargo, él no regresó. El espejismo de la Pampa se lo tragó.
La joven vivía sin consuelo hasta que finalmente murió de una infinita pena amor. Añañuca fue sepultada por la gente de Monte Rey en un día de fuerte lluvia.
Al día siguiente el sol alumbró y el valle como por arte de magia se llenó de bellas flores rojas, las que hoy se conocen con el nombre de Añañuca, en honor a la joven.
A la Añañuca (Hippeastrumsp) la llaman también flor de sangre. Abunda entre Copiapó y el valle de Quilimarí. Crece después de las breves lluvias durante el llamado Desierto Florido.
Leyendas de piratas:
El tesoro de Guayacán:
Lago Chungará:
Esta es una leyenda Inca que cuenta la historia de dos tribus enemistadas. Las constantes peleas y discusiones por las tierras hacían su convivencia casi insostenible. Un día, el destino quizo que el Principe y la Princesa de los respectivos poblados se encontraran. Desde ese instante comienza a crecer un amor puro y sincero superior a los conflictos de sus pueblos.
Cuando las familias se enteraron de este romance no podían comprender lo que sucedía. El odio irreflexible imposibilitaba ver que esta relación podía traer la paz y la unión. Ambas tribus se afanaron en aconsejar e impedir la cercanía de los príncipes, a través de la magia, sin embargo, no tuvieron éxito. Era tanto el amor de la pareja que hasta la naturaleza sentía pena por ellos.
Las nubes y la luna comenzaron a llorar. Los lobos aullaban y las tormentas cayeron sobre las tierras, advertencia de los dioses para ambas tribus. Mientras la naturaleza volcaba su fuerza para que los poblados cambiaran de actitud, ellos realizaban toda clase de artilugios para romper con el amor de los jóvenes. Tan inútiles resultaron los esfuerzos, que los sacerdotes decidieron sacrificarlos para que nunca llegaran a estar juntos. En una noche oscura y sin luna los príncipes fueron asesinados.
La fuerza de la naturaleza se hizo presente, llovió y llovió por días y noches. Las lluvias, cada vez más intensas, fueron acompañadas de truenos y relámpagos que asolaron la región. Las dos tribus desaparecieron, producto de las inundaciones y en lugar de ellas aparecieron dos hermosos lagos por donde se ha visto pasar en pequeñas canoas a los dos príncipes finalmente juntos. Los lagos creados por las intensas lluvias son el Chungará y el Cota-Cotani. La naturaleza no contenta con este homenaje, puso en el lugar de las tumbas de los jóvenes dos volcanes: El Parinacota y el Pomerame.
La Añañuca:
En un tiempo lejano, muchos antes de la Independencia, el pueblo Monte Patria, ubicado en la provincia de Limarí, se conocía con el nombre de Monte Rey, bautizado de esta manera por los españoles. En este lugar vivía Añañuca una hermosísima joven que era cortejada por casi todos los jóvenes del pueblo. Ninguno había sido capaz de conquistar el esquivo y reservado corazón de Añañuca,
El tiempo pasaba tranquilo para Añañuca, hasta que un día asomó en el poblado un extraño minero, buenmozo y gallardo quien iba en busca de un tesoro perdido.
El minero al ver a Añañuca quedó impresionado con su belleza y decidió quedarse en Monte Rey. Ambos se habían enamorado.
Pero una noche el joven tuvo un extraño sueño. Un duende de la montaña le dio a conocer en ese sueño el lugar exacto donde se encontraba la veta de la mina que tan obsesionado lo tenía. Sin pensarlo dos veces decidió partir en su búsqueda.
Añañuca esperó y esperó a su buenmozo y gallardo minero. Sin embargo, él no regresó. El espejismo de la Pampa se lo tragó.
La joven vivía sin consuelo hasta que finalmente murió de una infinita pena amor. Añañuca fue sepultada por la gente de Monte Rey en un día de fuerte lluvia.
Al día siguiente el sol alumbró y el valle como por arte de magia se llenó de bellas flores rojas, las que hoy se conocen con el nombre de Añañuca, en honor a la joven.
A la Añañuca (Hippeastrumsp) la llaman también flor de sangre. Abunda entre Copiapó y el valle de Quilimarí. Crece después de las breves lluvias durante el llamado Desierto Florido.
Leyendas de piratas:
El tesoro de Guayacán:
En 1578 el corsario Sir Francis Drake descubrió la bahía de Guayacán, conocida popularmente como bahía de la Herradura por la forma geográfica que toma.
Este lugar fue el refugio y punto de reunión de muchos piratas entre los que destacan Thomas Cavendish, Jorge Anson, Bartolomé Sharp, Eduardo Davis y John Hawkins, todos ellos, incluyendo a Drake, expertos en asaltar y emboscar galeones españoles que transportaban los tesoros y riquezas que eran llevados desde América a Europa. Los hechos que se sucedieron en la bahía de Guayacán fueron tan extraordinarios que llegaron a transformarse en leyenda, siendo los relatos de tesoros los más conocidos.
Según cuentan uno de esos barcos piratas, que cruzaban el Estrecho de Magallanes o daban la vuelta por el Cabo de Hornos, dejaron enterrado un increíble tesoro.
Numerosas han sido las excavaciones realizadas para tratar de encontrar las riquezas sepultadas en algún lugar de la bahía de Guayacán. Pero los resultados han sido infructuosos.
La tradición cuenta que los corsarios del siglo XVII enterraron grandes tesoros. El objetivo de los buscadores ha sido encontrar el tesoro y descubrir una mina de oro que fue trabajada por los propios piratas.
El tesoro del "Santiaguillo":
En el puerto de Los Vilos fondeó un día el barco español "Santiaguillo". En él venían tesoros fabulosos procedentes de Perú. Una de sus lanchas, cargada de valiosas riquezas encalló. El mar y el tiempo se encargaron de sepultar el tesoro en la playa.
Relatan algunos pescadores que extraen sus productos en la zona que han visto una embarcación llena de tripulantes, asegurando que son las almas de los marineros del "Santiaguillo" que no han sido sepultados y que piden descanso. El descanso según la leyenda llegará para esas almas cuando alguien descubra el tesoro.
El tesoro de sir Francis Drake:
La cueva del más famoso de los piratas que llegó a Chile se encuentra en el sector costero de Laguna Verde, en la V Región. Ahí entre quebradas y roquerios escondía sus tesoros. Los pescadores dicen que no se puede entrar. Una de las entradas a la cueva se abría en Valparaíso, en la calle Esmeralda. Cuentan que ese lugar estaba habitado por un chivato monstruoso de singular fuerza que salía en las noches a atrapar a cuanto incauto pasaba por la zona. Los llevaba a la cueva y se encargaba de volverlos locos. Además hay versiones que agregan que el chivato tenía encantada a una muchacha y quien osara desencantarla debía correr ciertos riesgos.
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